Hasta hace bien poco, a la hora de comprar una bombilla, nos guiábamos por los vatios. Dependiendo de la estancia a la que fuera destinada, elegíamos una de más o menos vatios, en función de si necesitamos más o menos luz. Identificábamos (y aún lo hacemos) vatios con luminosidad. Sin embargo los vatios sólo nos indican la energía que consume la bombilla. Es decir, la potencia. Lógicamente, la energía consumida siempre irá en relación a la luz desprendida (más energía, más luz), pero la cantidad de luz que emite una bombilla se mide en lúmenes.